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fuera de lugar/Fernando Nieto Cadena

EL CUERPO AULLANTE DE MAX ROJAS
Fernando Nieto Cadena

La primera noticia que tuve de la poesía de Jorge Max Rojas fue hace algo así como treinta años cuando Mario Santiago (más tarde le añadirían Papasquiaro, creo para no dejarlo huérfano literario, por aquello del homenaje a José Revueltas), se lanzó a decir de memoria los textos de El Turno del Aullante cuya plaqueta (abusivamente manoseada por el ir y venir de manos amigas a manos amigas) atesoraba en la irremediable complaciente mochila oaxaqueña de turno donde, además, llevaba su propia obra completa en un cuaderno Scribe que cada vez que perdía ―mochila y cuaderno― se daba a la tarea de reponer los textos que ya los conservaba milagrosamente (hablo en términos poéticos) memorizados. Esa noche estuvimos Ignacio Betancourt, Gaspar Aguilera y yo, tras la presentación de un libro de Gaspar en la librería del Palacio de Bellas Artes. Ninguno de los tres tenía referencia de ese poeta que en la voz de Mario Santiago nos llenaba de un inusitado entusiasmo por su fuerza emotiva, el ritmo de su fraseo y la experimentación lexical que iba, regresaba y volvía a perderse para reencontrarse en el viaje para rescatar, retrotraer del pasado la riqueza verbal de un lirismo que la pereza metal y modas líricas ocultaba en su descarrile a un preciosismo minimalista sin futuro, bueno, también sin presente ni pasado.

Después de esa noche me dediqué a buscar el cuaderno de Jorge Max y lo encontré en la emblemática librería de El Sótano, antes del terremoto claro está. Como uno más de alguno de mis errores cometí el de prestarlo a Teodosio. Debí buscar otro pero a este le saqué fotocopia por si lo prestaba. Así fue como se leyó a Jorge Max Rojas en Villahermosa, a punta de fotocopiados que circularon con avidez que concluyó cuando alguien expropió las copias y ya no circuló más.

Todo esto porque Jorge Max Rojas se hizo acreedor del premio iberoamericano de poesía Carlos Pellicer a obra publicada, por su libro MEMORIA DE LOS CUERPOS. Este premio antes era convocado a nivel nacional y ahora trasciende las fronteras como consecuencia del Encuentro Iberoamericano de Poesía que se escenifica en esta ciudad con desigual fortuna (cualitativa) desde el 2005.

Durante mucho tiempo Jorge Max Rojas disfrutó uno de los halagos más socorridos por la rampante mediocridad canonizadora y burocratizada con que beatifica a los marcados por el reconocimiento oficial de letrados e iletrados funcionarios al servicio del borreguismo y el adocenamiento aplaudidor de todo sin saber por qué. El ninguneo de su obra por no pertenecer a ninguna mafia constituida en poder cultural, por situarse al margen de las modas ideológicas cuando el sectarismo policial de la extremas izquierdas y derechas (recuérdese el mito, el mundo redondo y de tanto irse a un extremo se sitúan en el otro extremo) no encontraba en los manuales dónde ubicar eso que de alguna manera empezó a llamarse izquierda cristiana vía la promoción y desarrollo de una teología de la liberación que la misma jerarquía católica, la mayoría, satanizó como engendro del maligno, ay dios dice el maligno Torquemada Rivera ahora por culpa de los matrimonios gays y adopciones posibles.

Jorge Max Rojas no se amilanó y su obra regresa de los arrabales del desdén oficialista para imponerse por su calidad y no por los compadrazgos. El proyecto del que forma parte el libro premiado es ambicioso. Por estos grijalvinos hamaqueos poéticos no ha circulado el libro más que de manera casi clandestina. En las librerías uno peca de iluso si pregunta por ese libro o por cualquier otro que no venga hisopeado por la bendición de los valores universalmente inamovibles de lo que debe aplaudirse y vitorearse como bellas letras.

El premio, ahora iberoamericano, recupera y rescata un prestigio que el furor chauvinista estuvo a punto de echar a perder cuando sin ton ni son se percató que el premio ningún poeta nativo lo había ganado. En esta nueva modalidad, la mexicanidad se mantiene. Por supuesto, hay de poetas mexicanos a poetas mexicanos. Jorge Max es un ejemplo de dignidad poética en su más amplio y honroso sentido. Lejos del servilismo lambiscón ante el poder su obra demuestra que al oropel de quienes intercambian elogios, recompensas y salutaciones en la mitad de estrado para posar de pájaro embalsamado en procura de su nicho inmortal, de vez en cuando le llega la hora de recluirse en el sitio que le corresponde en medio de la trivialidad efímera de los cantos sireneros que todo lo fosilizan y momifican.

Pienso que más que un honor para Jorge Max Rojas, su obra no requiere para ser trascendente de ningún premio, este premio, el iberoamericano de poesía Carlos Pellicer, es el que resulta honrado, dignificado y justificado en su existencia como forma de reconocimiento, estímulo y promoción de la verdadera creación literaria.